sábado, 13 de mayo de 2017

V Domingo de Pascua

    A lo largo del Evangelio de Juan son muchos los pasajes en los que Jesús aparece definiéndose a si mismo: la puerta, el buen pastor, la vid, el pan vivo bajado del cielo, la Resurrección y la vida.
En la página del Evangelio de hoy, escuchamos a Jesús definiéndose a si mismo como el camino, la verdad y la vida.
    A lo largo de toda la historia de la salvación, Dios se había manifestado a su pueblo de muchas maneras, principalmente, por medio de Moisés y de los profetas, pero aún así, el pueblo lo concebía como un Dios lejano al que no se podía mirar, y ante quien había que taparse el rostro. con la venida de Jesús, Dios no solo quiso mostrarnos su rostro, y mirarnos a los ojos para enseñarnos que también nosotros podemos mirarlo a él, sino que quiso además por medio del mensaje de su hijo enseñarnos el camino que nos conduce a él, que no es otro que el camino del amor, el servicio, la entrega y la obediencia. Jesús recorrió este camino, para mostrárnoslo y así nosotros podamos recorrerlo también, por eso dice Jesús de si mismo, yo soy el camino.
    En la vida de las personas, ayer y hoy, se oyen muchas voces, opiniones o mensajes de todo tipo, que acaban por aturdirnos y confundirnos, porque cada uno creemos estar en posesión de la verdad, y queremos imponerla por encima de todo. Jesús ha venido a enseñarlos a comprender que la última palabra, la palabra de la verdad, la tiene siempre Dios. Él escuchó siempre la voz del Padre, y la escuchó siempre obediente a ella, y esa voz del Padre que escuchaba y obedecía, llevándola a la práctica en su vida, era la misma que transmitía y enseñaba a quienes acudían a escucharle. La única verdad es la que sale de la boca de Dios, y es la misma que Jesús predicó con su palabra y su vida. Podemos decir que la verdad de Dios y de Jesús es una misma y única verdad. Por eso Jesús ha dicho de si mismo, yo soy la verdad.
    En todas las épocas de la existencia humana ha habido siempre situaciones que hacen que las personas estén como muertas en vida: enfermedades, frustraciones, pobreza. Jesús ha venido a poner luz y dignidad en todas aquellas situaciones que oscurecen, hacen indigna e incluso acaban con la vida de las personas. Las curaciones que realizó, corporal y espiritualmente, no son otra cosa que poner vida, donde había destrucción, aislamiento, muerte. Pero de entre todos los milagros de Jesús, el mayor y más importante es su Resurrección, pues en ella todas las vidas son resucitadas, son hechas nuevas. Y no es necesario esperar a que nos llegue la muerte física para experimentar la Resurrección, sino que ya en esta vida, sea cual sea la situación que estemos viviendo, podemos experimentar el gozo de la Resurrección, y la esperanza que se desprende de estas palabra de la liturgia de Exequias "No temas hermano, Cristo murió por ti y en su Resurrección fuiste salvado".
Jesús obediente a la voluntad del Padre entregó su vida a la humanidad. Dios lo resucitó, para resucitar con él a la humanidad. Por eso Jesús ha dicho de si mismo, yo soy la vida.
    Que Jesús Resucitado, cuando nos encontramos ante la última etapa del camino de la Pascua, nos ayude a reconocer en él como dice uno de los prefacios "El camino que nos conduce al Padre, la verdad que nos hace libre, la vida que nos llena la alegría".

     Les dejamos el enlace con las lecturas y un video del Evangelio


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