sábado, 25 de febrero de 2017

VIII Domingo del Tiempo Ordinario

     Las lecturas nos ponen delante de la providencia y la ternura de Dios. Fiel reflejo es el breve pero conmovedor pasaje de Isaías. En medio de la desgracia del destierro, la ciudad de Sión se siente desolada por el abandono de Dios. La respuesta de Dios se sitúa en el plano afectivo del amor incondicional de una madre que no puede olvidar al hijo de sus entrañas ni dejar de conmoverse (verbo raham: compasión entrañable). En esta clave emocional, el salmista desahoga su corazón en Dios, en quien puede reposar y descansar, es su esperanza, su roca y salvación. En el Evangelio, Jesús evoca este amor paternal de Dios. Continúa el discurso de la montaña mostrando algunas claves de la identidad del discípulo. Primero exhorta a servir sólo a Dios y no al dinero. Ambos son incompatibles, pues dar culto al dinero termina echando a Dios del corazón. En este sentido va la exhortación de Pablo a los corintios: ser servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. El cristiano ha de ser fiel al único Dios y Señor de su vida, a quien ha de rendir cuentas.

     En consecuencia, Jesús pide no agobiarse (6 veces) por las cosas materiales (comida y vestido). Los paganos o los de poca fe se afanan y preocupan por estas cosas, los creyentes, en cambio, han de empeñarse en buscar primeramente el reino de Dios y su justicia (su voluntad), todo lo demás les será dado. Jesús no quiere inducir a la irresponsabilidad y al sinsentido, sino establecer una correcta escala de valores y prioridades en sus discípulos. Además, hace una llamada a confiar en la providencia de Dios que cuida de sus criaturas. Si Dios lo hace con las más débiles e insignificantes, cuanto más lo hará con sus hijos.

     Les dejamos el enlace de las lecturas y un video del Evangelio.




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