viernes, 11 de noviembre de 2016

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario

     Celebramos el penúltimo domingo del Tiempo Ordinario, además celebramos el Día de la Iglesia Diocesana con el lema "Somos una gran familia CONTIGO" donde nos invita a colaborar en y con nuestra parroquia. Además clausuramos en nuestra Diócesis el Año Jubilar de la Misericordia. Las lecturas de este domingo versan acerca del fin del tiempo. ¿Tiene sentido la historia? Entre los griegos se había extendido la idea del eterno retorno: la vida era un continuo volver de estaciones. Puesto que todo estaba fijado, el hombre poco podía hacer contra su destino, ya escrito por los dioses. En cambio, la revelación bíblica concebía la historia como un proyecto abierto en el que Dios acompañaba a su pueblo y luchaba, codo a codo con sus elegidos, ante las fuerzas del mal. Esta nueva cosmovisión hacía responsable al ser humano de sus actos: no daba igual hacer el bien que el mal ante la perspectiva del juicio final, como un horno encendido según la gráfica descripción de Malaquías. Por tanto, ¿qué actitudes tomar? Por un lado, el salmo exhorta a la esperanza. El día del juicio puede ser temible para los malvados, pero es deseable para los amigos de Dios. El Señor vendrá para regir los pueblos con justicia y el orbe con rectitud. ¡Aguarda y celebra su intervención decisiva! 
     Esta esperanza, sin embargo, no es una actitud pasiva, sino que implica la actividad del amor. Por ello, san Pablo exhorta a los tesalonicenses en la segunda lectura a trabajar («el que no trabaja, que no coma»). Se daba la circunstancia de que algunos, pensando que la parusía era inminente, habían dejado de trabajar. ¿Para qué afanarse si el Señor estaba a las puertas? El Apóstol, en cambio, les anima a hacer lo propio, sabiendo que Dios lo tendrá en cuenta. 
     Por último, Jesús exhorta a no quedar impresionados por las acciones humanas y reconocer que solo Dios construye obras permanentes. Ni siquiera el templo de Jerusalén, con todo su esplendor, se mantendrá. De hecho, el templo fue destruido en el 70 d. C., lo que es leído por Lucas como una confirmación de la voluntad divina. El creyente, por tanto, debe vigilar y perseverar en toda circunstancia, confiando en el Dios que no dejará que ni un solo cabello de su cabeza perezca.       
     Esperanza, vigilancia, decisión, perseverancia... actitudes del creyente ante la perspectiva del fin.

     Les dejamos el enlace con las lecturas de este domingo y un video del Evangelio.


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