sábado, 11 de junio de 2016

XI Domingo del Tiempo Ordinario

   Este Domingo celebramos el XI del Tiempo Ordinario y el pecado es la primera magnitud que emerge de estos textos.
   David lo comete ocultamente (2 Sm 11), en cambio, el Evangelio, habla de una pecadora pública (Lc 7,37). En ambos casos juega un papel crucial la omnisciencia divina, contradiciendo lo que muestran las apariencias. Así, Yahvé desenmascara por su profeta el mal (2Sm 12,1-12) que el rey quiere disfrazar de honradez, amparándose en la credibilidad que le da la unción regia. Del mismo modo, la unción de la mujer, en los pies (gesto propio de una esposa), unida a entrar en un banquete (reservado a hombres), usar perfume (fruto de una vida disoluta), mostrar el cabello (elemento sensual) y besar los pies (también eufemismo sexual en el AT. Cf. Is 6,2), lleva a los presentes a malinterpretar su actuación y condenar que Jesús la tolere. Pero éste, que actúa con un conocimiento pleno de los corazones, percibe, gracias a las lágrimas (signo de conversión), el verdadero sentido de estos gestos. De hecho, tales deferencias, reservadas en el código de hospitalidad a huéspedes distinguidos, indican que la pecadora reconoce la dignidad de Jesús, y su omisión por parte del fariseo, refleja al menos duda o desconocimiento. Pero no basta decir que la mujer lo acogió como es debido, ya que la superación del pecado, aunque viene de la decisión libre de Dios (Lc 8,42), requiere de la criatura el movimiento de acercarse y querer adherirse a él, y tiene como consecuencia la reintegración comunitaria (“vete en paz”). La escena queda pues resumida en un doble movimiento: del pecado a la salvación por la fe (Gal 2,16) y el amor (Lc 7,47), y de la salvación a la vida cristiana (Lc 7,50).

   Les dejamos el enlace con las lecturas de hoy y un video del Evangelio.


No hay comentarios:

Publicar un comentario